viernes, 5 de diciembre de 2014

El hereje, Miguel Delibes


CONCEPTOS PREVIOS PARA ENTENDER MEJOR LA OBRA:

Erasmo de Rotterdam
Martín Lutero. Calvino
Protestantismo
Concilio de Trento. Contrarreforma
Inquisición (Santo Oficio)
Índice de libros prohibidos
Herejía
Alumbrados (iluminismo)
Conventículos

ENLACES INTERESANTES

Miguel Delibes

Entrevista a Miguel Delibes

Claves para leer a Miguel Delibes

El País, 20 de octubre de 1999. "Miguel Delibes obtiene el Premio Nacional de Narrativa con su libro El hereje"

Exposición. El viaje de los libros prohibidos

ABC, 11 de marzo de 2011. "Un año sin el maestro Delibes"

DISCURSO EN LA RECEPCIÓN DEL PREMIO CERVANTES

(PRINCIPIO DEL DISCURSO:)

 "Heme aquí, en esta histórica ciudad de Alcalá de Henares, tratando de decir unas palabras, trescientos setenta y ocho años después de que don Miguel de Cervantes Saavedra, nacido en ella, dijera discretamente la última suya antes de enmudecer para siempre. ¿Para siempre? El simple hecho de que hoy nos reunamos aquí, en esta prestigiosa Universidad, para honrar su memoria, demuestra lo contrario, esto es que don Miguel de Cervantes Saavedra no ha enmudecido, que su palabra sigue viva a través del tiempo, de acuerdo con el anhelo de inmortalidad que mueve la mano y el corazón del artista.

Con motivo de la concesión de este premio, se han vertido en los papeles lisonjas y gentilezas que, aunque de una manera vaga, trataban de emparentar mi obra o mi persona con las de don Miguel, atribuyéndome cualidades que como la tolerancia, la piedad, la comprensión pueden ser indicativas de nobleza de carácter, pero no ciertamente manifestaciones de talento creador. El gran alcalaíno es único e inimitable y a quienes hemos venido siglos más tarde a ejercer este noble oficio de las letras apenas nos queda otra cosa que proclamar su alto magisterio, el honor de compartir la misma lengua y el deber irrenunciable de velar por ella.

Hay personas que no comprenden que yo sienta al recibir este Premio Cervantes por "una vida entregada" a la literatura, un poso de melancolía, cuando, bien mirado, no creo que pueda ser de otra manera. Entregada a la literatura o no, la vida que se me dio es una vida "ya" vivida y, en consecuencia, el premio, con un reconocimiento a la labor desarrollada, envuelve un agradecimiento por los servicios prestados que no es otra cosa que una honorable jubilación. Cuando Cecilio Rubes, hombre de negocios y protagonista de mi novela Mi idolatrado hijo Sisí habla en una ocasión de la edad de su contable dice: "Si yo tuviera setenta años me moriría del susto". Y he aquí que esta frase que escribí cuando yo contaba treinta y dos y veía ante mí una vida inacabable, se ha hecho realidad de pronto y hoy debo reconocer que ya tengo la misma edad que el contable de Cecilio Rubes. ¿Cómo ha sido esto posible? Sencillamente porque si la vida siempre es breve, tratándose de un narrador, es decir de un creador de otras vidas, se abrevia todavía más, ya que éste antes que su personal aventura, se enajena para vivir las de sus personajes. Encarnado en unos entes ficticios, con fugaces descensos de las nubes, transcurre la existencia del narrador inventándose otros "yos", de forma que cuando medita o escribe, está abstraído, desconectado de la realidad. Y no sólo cuando medita o escribe. Cuando pasea, cuando conversa, incluso cuando duerme, el novelista no se piensa ni se sueña a sí mismo; está desdoblado "en otros seres" actuando por ellos.

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